Doy fe de que tan solo una hora con Jesús, te puede cambiar el día, la semana e incluso la vida. La hora santa siempre fue para mí un momento en el que tenés la oportunidad de salir de vos mismo y olvidarte por ese rato de la cadena ininterrumpida de tus actividades, para tomar perspectiva y ver las cosas que Dios tiene para vos. Es un tiempo en el que te olvidas del ruidoso mundo para asomarte al Cielo.

Personalmente me pasa que, entre tanto movimiento, tiendo a olvidarme del sentido de las cosas más importantes que tengo en mi vida, el trabajo, la facultad, amigos; pero olvido quien le da sabor a todo eso. Jesús dice “el Espíritu es el que da Vida”, y es literalmente así; con algo tan simple como pasar un rato en la Hora Santa, mi vida empezó a cobrar verdadera Vida, empecé a ver en mi trabajo y estudio un sentido más profundo que me llenaba más, porque entendí que Dios estaba detrás de todo eso.

Mi experiencia es que se repite el milagro de Jesús cuando transformó el agua en vino; una hora de adoración pasa eso mismo, pero en la vida de cada uno de nosotros. Mi vida luego de esa simple hora, parecería todo igual, porque mi rutina no cambia, pero todo ello ya no es simple agua sin sabor, sino que ahora luego de contemplar a Dios, todo cobra un nuevo sabor, lo antiguo se ha hecho nuevo, nuestra vida toma un nuevo color, un nuevo sabor.